Desgraciadamente un doloroso cólico nefrítico me impidió acudir a mi cita con IMEX Barcelona en donde entre otras cosas tenía previsto dar en el stand del Banco de Santander, una pequeña charla con el título, “Brasil país emergente o emergido” título, todo sea dicho, propuesto por la organización.
No quiero dejar pasar la oportunidad de comentar algunos de los puntos que pensaba desarrollar en dicha charla, aunque solamente sea por desquitarme del trabajo realizado y no lucido.
Para que lo vamos a negar. No son buenos tiempos para los consultores especializados en Brasil, dado el rechazo que entre las compañías españolas generan las noticias que los medios de comunicación nos trasladan desde aquel país.
Los empresarios, inversores, negociantes, emprendedores, etc., querían ir a Brasil cuando no salía de los medios de comunicación, en aquellos momentos, porque tenía el presidente más “carismático” del mundo, o porque crecía al 8% anual, o porque nos arrebataba limpiamente la organización de los juegos olímpicos.
Pero ese escenario se ha transformado lamentablemente en el que hoy es habitual, a saber, un país en recesión, inmerso en un nivel de corrupción política que parece impregnar hasta los recovecos más diminutos del país.
Pero en mi calidad de experto me atrevo a decir que tan errados estaban los que desprendían aquel exagerado furor en el año 2010, como los que muestran miedo y apatía en este 2016.
Porque las condiciones que hacen que Brasil fuera, sea y será una oportunidad de negocio siguen estando ahí, intactas e inherentes al concepto propio de lo que es ese país, todavía subdesarrollado, pero con una población que anhela alcanzar de forma generalizada los estándares de vida de lo que hoy podría ser cualquier país europeo o los propios Estados Unidos de Norte América.
De la misma manera también tenemos que entender que, la oportunidad se confunde con la dificultad cuando intentamos comprender por qué Brasil es lo que es y no es otra cosa.
Que Brasil es un país complejo no lo discute nadie. Por otro lado, como muchos de los llamados países emergentes. El informe DOING BUSINESS que anualmente pública el World Bank colocaba a Brasil en el puesto 116, posición a todas luces más que mejorable. Esto es, hay 116 países en el mundo en los que, en teoría, sería más fácil hacer negocios que en Brasil. Pero es que, en los últimos 10 años, en plena euforia, no ha dejado de moverse entre los puestos 128 y el puesto 111 que consiguió en el 2015. Una dificultad que se puede transformar en una oportunidad.
Brasil precisa, para encarar el siglo XXI, el de la globalización, mejorar sus niveles de productividad de forma drástica. Según el World Economic Forum, actualmente ocupa el puesto 75 y no debería ser un consuelo para nadie pensar que llegó a ocupar el puesto 48 el año 2013. Una dificultad que puede ser una oportunidad.
Con este tremendo problema de productividad, Brasil es, desde hace ya muchos años, básicamente un vendedor de materias primas. Quizás el mayor vendedor de materias primas del mundo.
Una consecuencia curiosa de esta situación es que si analizamos cuales son los principales países a los que Brasil exporta, nos encontramos que los cinco clientes más importantes son China, EEUU, Argentina, los Países Bajos y Alemania, a los que vende fundamentalmente Mineral de Hierro (12%), petróleo crudo (10%), azúcar pura (4%), harina de soja (3%) y carne de aves (3%), entre otros productos básicos.
Lo curioso es que si analizamos sus importaciones nos encontramos otra vez casi con los mismos cinco países, esto es, China, EEUU, Argentina, en este caso Nigeria y Alemania, que le vende a Brasil computadoras (8,8%), equipos de radiodifusión (6,6%), teléfonos (4,5%), circuitos integrados (2,6%) y componentes de máquinas de oficina (2%).
La conclusión es clara. Hoy por hoy el país no es capaz de generar el valor que adquieren y pagan los brasileños cuando toman sus decisiones de consumo. una dificultad que puede ser una oportunidad.
Y si es verdad que por encima de todo, existen dos razones que a mi manera de ver impiden que el país alcance los niveles de productiva que serían exigibles, a saber,
· un sistema impositivo endiablado que encarece de forma inexorable cualquier producto fabricado en Brasil (¿Cuántos son los producto fabricados en Brasil que se pueden comprar en Europa?),
· y un mercado laboral tremendamente proteccionista y rígido
no deja de ser menos cierto, que además, un alto porcentaje de las compañías brasileñas tiene aún que recorrer un largo camino en búsqueda de la implantación de tecnologías novedosas y sistemas de producción dignos del siglo XXI.
Así pues, el principal culpable hay que encontrarlo en un estado cuya compleja estructura abrasa a los brasileños con una maraña impositiva sin igual, brasileños que al no ver recompensado su esfuerzo con unos servicios públicos de calidad ni con unas infraestructuras dignas del país que sueñan tener, se arrojan a una economía sumergida que en el año 2014 suponía el 16% del PIB del país.
Y que no me digan que los fundamentos del país son sólidos porque, por ejemplo, el nivel de endeudamiento público está en el 63,31% del PIB, (y subiendo), lo que lleva a una deuda per cápita de 5.680 €, muy por encima de los 3.149 € que tiene, por ejemplo, china, con un matiz de valor. La deuda brasileña está clasificada actualmente como “deuda basura” (Ba2, BB y BB) y su refinanciación les cuesta cada día más a las arcas del estado. Mientras que la situación de la deuda china es totalmente diferente (Aa3, AA- y A+).
Además, la deuda es un problema solamente cuando uno tiene problemas para pagarla y si no, que se los pregunten a los EEUU.
En resumidas cuentas y acabando. En Brasil hay muchas cosas que hacer. Las había en el 2010 y las hay en el 2016. Muchas. Y donde hay cosas que hacer surgen las oportunidades. Su mercado interior es posiblemente uno de los más interesantes del mundo, pero, hoy por hoy, y a pesar del “dolor” (por la dificultad) hay que aceptar que el acceso al mismo tiene que ser desde dentro, remangándose y trabajando, codo con codo, con los propios nacionales para juntos, participar en su empeño de hacer que Brasil llegue a ser el país que todos anhelan y merecen.